sábado, junio 13, 2009

Un prócer en el bronce del recuerdo

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Eternos laureles.

Horacio Agustín
"La Pantera Tucumana" Saldaño, ostenta rango de prócer en el recuerdo del boxeo argentino. Es uno de esos pocos nombres que, saltando por sobre la fama y la amplitud de los pergaminos de otros ilustres colegas, de mucha mayor alcurnia y consagración, coliga unanimidad de afectos entre la afición argentina.

Unanimidad es una palabra casi ajena al vocabulario y al sentir criollo. De ahí que dore el lustre y la validéz de sus bronces, porque Saldaño -aquél boxeador de los setenta- es uno de esos pocos apellidos que el saber prosaico reconoce al voleo en una charla de café, en una ronda de mate, en la oficina, o en la entrada a la cancha y que articula con sabia naturalidad un burrero, un kiosquero, un tachero y en general, el hombre de la calle. Cualquiera sabe hilvanar la espontánea locución que se puede formar con el simple encadenamiento de los términos "Pantera Saldaño" y "Un grande!".

Es uno de los hijos dilectos del Estadio Luna Park y consecuentemente, del corazón popular.
Quizás suene injusto no señalar que, en diferentes épocas, también hay otros nombres que están empapados de la misma rutilancia de tablón: Prada, Gatica, Luis Federico Thompson, Pascual Pérez, Cacho Laudonio, Cirilo Gil, Eduardo Lausse, Andrés Selpa, Carlos Cañete, Pedro Rimovsky, Ramón La Cruz, Abel Cachazú, Avenamar Peralta y algunos otros...

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Pero Saldaño fue siempre uno de los más simpáticos al gusto de la masa popular. Fue una de las máximas atracciones del Luna Park en la década del setenta. Un auténtico reventador de localidades. Y hasta un outsider del boxeo como Maradona, ha sabido declarar alguna vez que Saldaño era su boxeador favorito. Saldaño fue Campeón Total de idolatría popular, aunque fuera de eso, nunca llegó a ser campeón de nada.

Ahora y a muchos años de su retiro, valdría preguntarse con sana satisfacción: ¿para qué hubiera servido que Saldaño llegara a ser campeón de algo, alguna vez? La misma Pantera Tucumana fue quien le encontró un sentido superior al sacrificio y a la dedicación de toda su vida; al esfuerzo, al agotamiento, al rigor, de recibir y dar palizas.

Este gran tucumano entendió y demostró con humildad, que la circunstancia de estar metido en un interminable revoleo de piñas, de campana a campana, puede tener sobrada compensación en el emotivo baño de la ovación que baja, de los cuatro costados, al retirarse del ring y siempre después, en el amor inveterado de la gente.
Ese amor que no muere nunca.


Saldaño nació para ser ídolo del pueblo. Empezó a pelear desde los 13 años y siendo aún amateur, era la atracción mayor del tucumano Club Defensores de Villa Luján. Su pasaje desde el deporte "por la gracia y los honores del aplauso" al oficio estable "de vivir", se dio con la naturalidad y la gracia sorpresiva de las cosas de la vida que tienen que ser, inexorablemente.

Apenas cumplió la edad mínima se hizo rentado, porque ya cargaba una ponchada de demostraciones promisorias (47) y su nombre, de pueblo, se destacaba al tope de las carteleras. Insinuando el inconfundible sello de las celebridades en ciernes. Era welter gordito pero sacrificado. Tenía una sonrisa que desde abajo del ring, se veía gigantezca. Lo guiaba su propio decubridor, don René Castro.

Una noche típica de Saldaño en Villa Luján, allá por 1966-67, comprimía una fanaticada de 8.000 asistentes y todavía dejaba a muchos sin poder entrar.
Su ascenso en los niveles de popularidad fue avasallante. Luego de su desembarco en la gran metrópolis, en 1968, venciendo al brasileño Joao Merencio en una pelea televisada, apenas si necesitó otras tres peleas más para apoderarse del cartel más taquillero del Luna Park, en el tiempo más brillante del pugilismo de estas tierras.
Para dar una idea de lo que ocurrió con Saldaño, vayamos a los números. Debutó en el Luna Park el miércoles 15 de mayo de 1968, con un récord de 35 peleas invicto. Se presentó por televisión, poniéndolo KO al brasileño João Merencio. Se recaudaron 199.100 pesos. Una suma mediocre en una época de gran estabilidad de nuestro peso: 350 por dólar, todo el año, sin una sola variante. En un año en que, por ejemplo, se consagraría campeón mundial Nicolino Locche y en que brillaban Bonavena, La Cruz, Carlos Cañete, Gregorio Peralta, y se insinuaba Carlos Monzón... Saldaño se presentó un mes después (12 de junio) y volvió a noquear en un round. Esta vez el que cayó fue el rosariono Raúl Roldán. Pero la recaudación casi se quintuplicó: 515.500 pesos, aunque peleaba los miércoles a la noche. En la tercera pelea, un mes después, ante el brasileño Jossue de Moraes, quien abandonó en el quinto, los números crecieron geométricamente: se recaudaron 1.045.200 pesos, pese a la televisión. Y cuando el 3 de agosto debutó en sábado a la noche frente a Leonardo Peralta, se llenaron las dos tribunas, entraron unas 20.000 personas y la recaudación ascendió como un cohete desde Cabo Kennedy a ¡9.337.900 pesos! En cuatro peleas, superó la recaudación de Locche-Cachazú, arañó la de Bonavena-Carr y solo fue superada por Bonavena-Dávila (12.932.300 pesos) y Bonavena-Folley (27.215.800) . Y habría que tener en cuenta que, seguramente, las entradas para ver a ringo costaban mucho más que para ver a un novato como Saldaño.("El Sendero del Guerrero" - Las mejores entrevistas de Carlos Irusta en El Gráfico)
http://bks0.books.google.com.ar/books?id=I5gd8cg5Db8C&printsec=frontcover&img=1&zoom=5&edge=curl&sig=ACfU3U072ZFDeir-w9BMPaWOFPbnn6xlBg


Como pan y "Mantequilla"

La confrontación del máximo ídolo del boxeo porteño con el ilustre campeón mundial del peso welter, maduró por causas de la necesidad histórica de su tiempo.

Para 1974, Saldaño y Nápoles ya estaban consagrados en cada uno de sus mundos distantes. Desde finales de los sesenta, uno era la figura taquillera indiscutida a escala local, y el otro el rey divisional ecuménico de los principales organismos de entonces: la AMB y el CMB.
Nápoles había logrado su coronación en abril de 1969 ante Curtis Cokes. Luego había comenzado una racha de impecables defensas ante el mismo Coke, Emile Griffith (un Griffith que había bajado 15 libras para esta pelea, pero que ya era un histórico mediano que había peleado 3 veces con Nino Benvenuti y aun tenía por realizar sus 2 peleas durísimas con Monzón), Ernie Lopez y Pete Toro. Después tuvo un inesperado traspié ante el zurdo neoyorkino Billy Backus, en diciembre de 1970, cuando tuvo que abandonar a causa de unas cortaduras sufridas en el cuarto round de la pelea. Pero recuperó el título ante el mismo Backus, apenas seis meses después, devolviéndole las gentilezas de los cortes y del nocaut técnico en ocho rounds.
En ese segundo período de reinado, Nápoles había efectuado 6 sólidas defensas de su cetro ante la elite welter de entonces: Hedgemon Lewis, Ralph Charles, Adolph Pruitt (aquél rival de Nicolino Locche en 1970), otra vez ante Ernie Lopez, luego Roger Menetrey y finalmente Clyde Gray.
En el apogeo de su prestigio, a finales de 1973, Nápoles había tenido la soberbia de retar al legendario campeón mediano Carlos Monzón. Monzón estaba dos categorías por arriba de su peso. pero aun así, Nápoles había puesto al argentino en los aprietos de tener que optar, entre aceptar inmediatamente ese reto y por lo tanto tener que renunciar a su cetro mediano del CMB, (ya que eludiría la chance mandatoria que poseía el primer ranqueado Rodrigo Valdéz), o aplazar la respuesta a esa afrenta de "Mantequilla", al precio de zaherir su orgullo y mellar sus credenciales de indiscutido y unificado campeón.

Incluso se había comenzado a rumorear que Monzón le tenía miedo a Nápoles y esos comentarios forzaron el desenlace al dilema.
Para desgracia de Nápoles y beneplácito de Valdéz, Monzón recogió el guante del desafío y el 9 de febrero de 1974, en Puteaux (Francia), lo vapuleó de tal manera al moreno, que obligó a Angelo Dundee a retirar apresuradamente a su pupilo, luego del final del sexto round, a fin de evitar una carnicería mayor.

Esta derrota fue el mayor paso en falso de la carrera de "Mantequilla", pero a la vez, fue la simiente para la pelea con Saldaño. Nápoles y su entorno deseaban lavar la humillante caída cuanto antes y si era posible ante un argentino. En su carácter de mexicanos, el team Nápoles veía este choque como sumamente atractivo.

La pelea se pactó para el 14 de diciembre del '74 en el Palacio de los Deportes de Mexico D.F., estarían en juego los dos títulos (AMB/CMB) en poder de Nápoles.

La oportunidad, vista desde el lado argentino, se presentaba en el mejor momento de Saldaño. Para 1974, Saldaño había alcanzado el techo de su desarrollo en el ámbito local. Tenía una experiencia impresionante de 63 peleas profesionales, de las cuales la mitad eran triunfos por nocaut. Había acreditado fama de potente pegador. Sus victorias categóricas, empleaban un promedio histórico de apenas 3 rounds y medio para poner fuera de combate a los rivales. Era curtido y batallador. Como tal fue protagonista de riñas encarnizadas y aveces indecifrables para los jurados, como las que había tenido con
Leonardo Peralta, Jaime Giné o con Abel Cachazú (todos empates). Tenía otras antológicas, como las tres sostenidas con el veterano Ramón La Cruz: un empate, una derrota y un triunfo categórico por KO2.

De esas inolvidables zurras, nacería una perdurable e íntima amistad entre Saldaño y La Cruz, por la que luego de su retiro, éste último pasaría a ser el entrenador de "La Pantera" y posteriormente también el padrino y el trainer de Carolina y Poldy, las hijas y continuadoras
de la obra del gran Horacio Saldaño.

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En su extenso historial, Saldaño había disputado algunas peleas con extrajeros. Se contaba un par de ellas con los brasileños
Joao Merencio, como ya se mencionó, y Jossue De Moraes. Había un peruano llamado Carlos Chávez, un mexicano Ruben Vázquez Zamora, y unos norteamericanos de nombres Walter Kelly, Ronnie Harris y Vernon Mason. Ninguno de ellos había representado demasiada amenaza para Saldaño peleando en su medio local. Les había ganado a todos, salvo a Mason con quien empató en el Luna al cabo de 10 rounds.

A la vista de los antecedentes, algunos consideraban que las chances de Saldaño frente al formidable cubano-mexicano, podían imaginarse a partir de la sólida pegada, si es que se daba una guerra de palo por palo, o desde la resistencia a prolongadas biavas, si la batalla se estiraba cerca de los límites de aquellos interminables 15 rounds mundialistas de antaño.

De todas maneras, uno de los artífices de la concreción del combate, Juan Carlos Lectoure, no abrigaba ninguna exagerada confianza.

Tito sabía perfectamente de la calidad y el curriculum de "Mantequilla", por lo que andaba remiso a exponer a quien era una de las máximas estrellas de su troupe, en una dudosa aventura que intentaría torcer el curso de una suerte que parecía echada desde el vamos. Para aumentar las dudas, la mentada resistencia del tucumano había probado recientemente la hiel de un inesperado nocaut, el primero de su carrera, ante el bonaerense
Mario Omar Guillotti, (ko8).

Pero Saldaño, sentía la plenitud física de sus 25 años, y exultaba de ánimo ante la perspectiva de llegar a calzarse el cinturón de "Mantequilla", que verdaderamente fue uno de los más prestigiosos de la historia, y apuraba a todo el mundo a subirse al carro de su esperanza.

Bajo la órbita del severo control de Lecture, todo marchaba de la mejor manera posible, hasta que faltando menos de una semana para la pelea sobrevino lo peor. Guanteando con el sparring, Saldaño se sacó el hombro derecho y quedó desahuciado. Se podía pedir el aplazamiento de la pelea, pero existía riesgo de perder definitivamente esa chance. Entonces Saldaño le suplicó a Lectoure mantener en pie el combate y continuó adelante con la preparación, a medias, con una sola mano, como pudo.


Cuando salí de los vestuarios para el ring, se me saltaban las lágrimas. Sabía que no podía ganar de ninguna manera. Pensaba en mi hijo Horacio, y me mordía de bronca, de indignación, es como si a vos te tiran en una pieza con un león y la única arma que tenés es una silla. ¿Qué vas a hacer? ¿Cómo podía ganarle a Nápoles con una sola mano? Estaba infiltrado, pero apenas. Perdí con Nápoles y después me fue peor... ("El Sendero del Guerrero" - Las mejores entrevistas de Carlos Irusta en El Gráfico)


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La caída ante Mantequilla no significó ningún trauma psicológico para el púgil argentino. Al fin de cuentas, la derrota, encajaba en todos los cálculos previos. Pero la lesión del hombro derecho lo desbarrancó a un doloroso vía crucis, y prácticamente, a su retiro de los rings.

Estuvo inactivo durante todo 1975 y los 15.000 dólares de la bolsa de "Mantequilla" se le esfumaron en el prolongado tratamiento para la recuperación. Cayó en un pozo depresivo que lo llevó a dejarse estar, hasta llegar a pesar cerca de 100 kilos. Como un ángel caído del cielo, para detener la caída libre, se cruzó en su camino el médico Roberto Cacho Paladino, cercano a Lectoure, quien literalmente lo devolvió a la vida del ring. En enero de 1976 retomó la senda de los éxitos, y a partir de allí ganó 5 peleas consecutivas.

Al margen del enorme triunfo ante la adversidad, que lo había querido tumbar luego de la lesión previa a la última pelea de 1974, su mano derecha nunca volvió a ser la misma. Ofreciendo un handicap de disminución decisivo, Saldaño continuó boxeando hasta el retiro definitivo, en 1983.

Ninguno de los notables, e impresionantes referentes de los '80 que Saldaño tuvo que "padecer" en ese tiempo, llámense
Miguel Angel Campanino, Carlos María Gimenez, Eduardo Jorge Yanni, o Nestor Uby Sacco, tuvo la medida de enfrentar a un Horacio Saldaño en completa aptitud.

Hubiera sido mucha mayor la cuota de espectáculo en la que se hubieran cocido esos manjares. El fuego de la cocción, como siempre, hubiera sido gentileza de Saldaño, ese nombre persistente al calor y de bronce.


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1 comentario:

Lupita dijo...

hola!! qeria saber si todavia este boxeador esta vivo.. resulta q es hermano o tio de bisabuela (fallecida) Qisiera aclarar mi arbol genealogico! les agradeceria la respuesta o algun dato q pueda ayudarme con mi historia familiar! Gracias. Cecilia saldaño