Era uno de los enfrentamientos más esperados, al menos en lo que se refiere al presente de la FIB y al nivel de jerarquía y convocatoria que exhiben los distintos valores de ese organismo.
El colorido que trae aparejada la excéntrica personalidad del titular welter junior, Paulie "Magic Man" Malignaggi (ahora 24-1, con 5 KO's) -quien no es un dechado de recursos boxísticos pero que suele salir a la carga con lo que tiene-, sumado a la positiva perspectiva de jaleo que asegura la presencia de Herman Ngoudjo (16-2, con 9 KO's), nos hacía prever que el marco de esta gala de la FIB se traía un poco de todo.
Clase por el lado técnico del moreno, acción asegurada y hasta un toque de ajuste de cuentas “tipo callejero” entre el bravucón de Brooklin y la amenazante injundia de un chico malo afro-canadiense.
Las dudas que se cernían como nube negra sobre este cruce se acotaban a la composición de un jurado íntegramente norteamericano y a la presión que sobre este podría ejercer el ambiente de gritería localista incesante ("¡Paulie! ¡Paulie! ¡Paulie!"), y la hostilidad hacia el púgil foráneo que -colmo de males- tiene realizada casi toda su carrera en los cuadriláteros canadienses. Y lo único canadiense que se tolera en Atlantic City parece ser Arturo Gatti.
Pero dudas al margen, salió un espectáculo aceptable, que por lo menos quedó a la altura de los supuestos previos. Hubo acción y siempre que hay acción se consigue la aprobación del público. La pelea no defraudó, y no es poco.
El fallo, como veremos, podría ser desligado del espectáculo y aunque estaba dentro de los supuestos previos no dejó de ser decepcionante.
La Pelea:
Comenzó más seguro el campeón, que venía de obtener su título en junio de 2007 ante la otra "Pantera Negra" africana (Lovemore N’dou) y que protagonizaba su primer defensa mandatoria ante Ngoudio, (apodado de igual manera) por su condición de número uno del ranking.
Conservador y sobre la base de un recto y nervioso jab de izquierda, Malignaggi pudo mantener a raya las insinuaciones contraofensivas del africano y se quedó con el primer capítulo.
Pero, para sinsabor de la muchedumbre pro-Paulie que atestaba el estadio, quedó claramente expuesto, ya desde el segundo round, que el afro-canadiense no venía a especular ni a pasar el rato. De entrada le congeló el pecho con un sablazo de zurda que sembró pánico y después continuó dominando la vuelta, nítidamente. Recién faltando algo más de un minuto volvió el fuego pesado desde la tronera del campeón. Pudo encontrar el hueco para un derechazo al mentón y en el minuto final un recto que casi lo descabeza a su rival, esos golpes le permitieron sacar a flote otra vez la vuelta, aunque tuvo el preaviso de lo que vendría después.
En el tercero, Paulie intentó enfriar el horno y casi se le arrebata la cena. Primero trabajó bien con su mano de apertura y en un momento sorprendió mal parado al camerunés que retrocedió desbalanceado y casi pierde la vertical. Pero Ngoudjo quería candela y no le dio ninguna tregua. Asumió decidido la iniciativa y le colocó lo mejor de su repertorio. Un bombazo de derecha a la pera de Malignaggi inauguró un pasaje dramático, con intercambios violentos donde el retador estuvo a punto de convertirle la fiesta en velorio, a partir de violentos cruzados de notable factura que sacudieron reiteradamente la cabeza del americano y le provocaron la inflamación del ojo izquierdo. Round claro para Ngoudjo.
En el cuarto capítulo, ya era notable que Ngoudjo estaba inclinando la balanza. Un golpe certero, al cuerpo, que el referee Allan Huggins evidentemente no vió, convirtió un knockdown real de Malignaggi en mero resbalón. Pero el pulso del africano estaba preciso y continuó buscando el intercambio. Varios golpes de Ngoudjio llegaron otra vez a destino de manera plena y los instantes finales del round parecían la antesala de una definición rotunda a favor del hombre de color. Ampliamente, vuelta para Ngoudjo.
En el quinto, más dominio de Ngoudjo sumado a la hinchazón del párpado izquierdo de Paulie, terminaron como era previsible. Con un corte sangrante, que sumado al aliento constante que sostenía en espíritu al local, le insufló un extraño carácter épico a una puja que no tenía hasta ese momento, más que un solo dominador claro. La precisión de Ngoudjo estaba doblegando a la velocidad de manos y pies que constituía la principal virtud del campeón.
A partir del sexto la pelea entró en una fase de irresolución. Malignaggi apenas hizo pie tratando de reestablecer la preeminencia de su jab izquierdo, para marcar el ritmo de las acciones. Pero cada arremetida de Ngoudjo terminaba con el campeón desbordado y la impresión de una debacle cercana. Aunque sin llegar a emparejar, el final del sexto round puede estar entre los puntos de acción más altos de la noche, con buenos golpes por partes de ambos boxeadores. Parejo o levemente favorable a Ngoudjo.
El séptimo se inició con otra violenta sacudida de azotea para el local. A esta altura, la resistencia al castigo por parte de Malignaggi ya era uno de los aspectos más notables del match. No acababa de reponer la compostura pugilística, que nuevos martillazos del retador lo obligaban a trabar desesperadamente. El público comenzó los abucheos porque ni siquiera trabando, podía evitar que Ngoudio siguiera alcanzándolo, una y otra vez, con suma precisión. Round amplio para el retador.
Malignaggi tuvo una noción más palpable de lo que acontecía, cuando en el intervalo el médico se acercó a preguntarle "si deseaba seguir".
En el octavo, para recuperarse, Malignaggi decidió que directamente tenía que apartarse de la marimba que proponía el rival y hacer oído sordo al público que le instaba a contestar. Malignaggi se esforzó por retomar la estrategia del jab y del manejo del centro del ring y al mismo tiempo, la invitación de desacelerar las acciones, ahora tuvo eco en Ngoudjo que durante 6 rounds consecutivos había asumido todo el trabajo. Vuelta Pareja o levemente hacia Malignaggi.
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