sábado, octubre 25, 2008

Un indeleble amor por Salvador.


"Chava!"

Salvador SÁNCHEZ Narváez
El idilio intacto 25 años después
¿por qué?
26/01/59 - 12/08/82

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Porque el deporte del boxeo no es un mero pasatiempo. Lo saben quienes están inmersos en el fragor de una lid arriba del entablado, y lo entienden por igual los que contienen el aliento perplejos desde la contemplación. Lo sufren los dedos crispados por la emoción, lo vibran quienes se mueven frenéticamente en un rincón, los que desesperan detrás de una pantalla, incluso quienes apartan la vista y no quieren mirar. Nunca está solo el púgil en el ring, aunque parezca lo contrario. El boxeo es un culto de valores sublimes. Que no se expresan sobre una seca, inerte y abstracta hoja de papel. El boxeo se escribe sobre otra clase de tela. Sobre la piel y los músculos dolientes, sobre el sudor de las necesidades y las carencias, sobre el palpitar de millones de corazones, sobre el rencor y las frustraciones de los pueblos. Porque canalizar los sentimientos de la vida sobre un ring, confinar a dos seres humanos en un reducto de cuerdas librados a la suerte de sus puños, es una obnubilación humana que obedece a compulsiones atávicas, inmemoriales, milenarias, irresistiblemente naturales y por ende sabias.
Que el Pueblo Mexicano siga manteniendo vivo su fervor casi religioso por la memoria del gran Sal Sánchez es cuanto menos, atisvado. Pero ese idilio no solo ocurre en México. También en el resto del mundo, los que abrazamos la pasión de los guantes continuamos absortos, reverenciando de igual modo la memoria de este singular gladiador. Y todo eso muy a pesar del paso de los años. ¿De donde surge la marea de esa veneración hacia este pequeño gran hombre y qué relación guarda con sus logros en el campo deportivo?


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Gómez, Don King, Sánchez y Sulaiman

Para indagar un poco ese misterio hay que remontarse a 1975. Por entonces, José Sulaimán fue ungido al frente del Consejo Mundial de Boxeo y comenzó una etapa de grandes oportunidades para nuevos talentos en la promoción del boxeo. Entre esos talentos sobresalía la erizada cabellera de un corpulento americano llamado Don King, que tomó rápidamente el control de las carreras de los mejores púgiles de su tiempo: Muhammad Alí, Roberto Durán, Alexis Argüello o Marvin Hagler. También en 1975, a los 16 años de edad, comenzaba la carrera profesional de un humilde boxeador de la categoría gallo, oriundo en Santiago Tianguistenco, un pequeño pueblo de Estado de México, que bajo la tutela de Agustín Palacios primero, y de Cristóbal Sánchez más tarde, forjaría un rosario de 18 peleas con 17 nocauts, antes de conocer la primera y única derrota de su historial, sucedida en septiembre de 1977 ante Antonio Becerra por el título mexicano gallo. En la esquina de Becerra estaba precisamente su futuro mánager: Cristóbal Rosas. Luego de esa pelea, escaló hasta la división pluma y en abril de 1978, salió por primera vez de territorio mexicano y en una pelea disputada en Los Angeles-California empató en 10 rounds con su compatriota Juan Escobar, sufriendo una caída en el quinto round que sería la única de su carrera. Luego de ese empate, ganaría todos las peleas subsiguientes (24). Pero todavía deberían transcurrir trece combates y trece triunfos consecutivos, antes de que llegara su chance mundialista. Por entonces estaba noveno en el ranking del CMB y la mayoría no entendió cómo era posible que se hubiera convertido, de buenas a primeras, en el retador del campeón y afamado noqueador, Danny"Red"Lopez. Se decía que su nuevo apoderado, el Lic.Juan José Torres Landa, amigo personal de José Sulaimán, era la mayor explicación de todo ese asunto. Nadie le veía demasiadas chances a ese chico de 21 años, delante del campeón (42-39kos/3-0), que hacía pocos meses le había propinado una paliza a Mike Ayala (pelea del año RM 1979), ganándole por KO15 y robándole la única derrota al púgil de San Antonio-Texas entre 1977-1984. Pero Chava Sanchez, con una enorme lección de boxeo y coraje, destronó al campeón en Phoenix-Arizona, con un soberbio KOT13 y volvió a vapulearlo en la revancha, en Las Vegas, con un KOT14 y se alzó con la corona del CMB de peso pluma. A partir de su triunfo en Phoenix comenzó a ser conocido por su impecable condición atlética y su capacidad aeróbica para sobre -extenuar a sus rivales en largas contiendas. Durante 9 defensas de título a lo largo de dos años y medio de reinado, Sal Sanchez no paró de asombrar al mundo con su talento y su estirpe de crack. Con su inagotable tenacidad y fiereza inigualables. Sumados, fueron 9 capítulos titánicos: 6 de ellos escritos en 15 rounds, 1 en 14 rounds, 1 en 10 rounds y el restante en 8 rounds. Paradójicamente, este último y más breve capítulo es el que está cargado de mayor enjundia.



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Combate completo
Salvador Sánchez vs Azumah Nelson.avi
(269 Mb)


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La pericia de Don King acercó el cruce de caminos entre el Chava Sánchez y Wilfredo Gómez, fué para un 21 de agosto de 1981 en Las Vegas-Nevada. Es probable que ambos ya tuvieran rumbo de colisión desde el momento que sus pueblos de orígen, les otorgaran el crédito de representatividad de sus causas. Por lo pronto, la rivalidad boxística de Puerto Rico y México tenía antecedentes de una pelea lejana, de 1934 por el título gallo, entre Rodolfo¨Chango¨Casanova(M) y Sixto "El Gallito" Escobar(PR), que iba a terminar dramáticamentecon victoria para éste último por KO9,

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y otra célebre del mismo Wilfredo Gómez que terminó en 5 rounds con el fulminante pegador azteca Carlos Zarate (55-0 con 54 nocauts hasta ese entonces), encendiendo una rivalidad que devendría clásica en el pugilismo hispano.


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Pero Wilfredo Gómez había caldeado esta rivalidad de manera extraordinaria. Era el rey indiscutido de los supergallos y poseía un record impresionante: un empate en la primera pelea profesional, y luego 32 nocauts consecutivos. Esa implacable carrera de destrucción se había alimentado en su camino, con varias porciones de águilas mexicanas: Mario Hernández, José Murillo Medel, Raul Tirado, Juan Antonio López y Carlos Mendoza, y eran solo algunos aztecas que se sumaban a Zárate en una larga lista de pugilistas chamacos noqueados por el portorriqueño. Pero de tal manera esos triunfos habían envalentonado a Bazooka Gómez, que decidió saltar las 6 libras que lo separaban de la categoría pluma, para ir a retar a Salvador Sánchez, el campeón del CMB recientemente coronado. Esa jactancia, con la que Gómez presumía que iba a seguir cobrándose hijos de la bandera tricolor, terminó por enardecer a los aficionados mexicanos. "Lo voy a destrozar y voy a arrebatarle el título pluma." Muchos habían comenzado a llamar a Gómez el "mata Mexicanos" y vaticinaban que Sánchez sería solo su próximo bocado. Pero todo México tenía un afecto altísimo por este silencioso boxeador, de cara risueña y que demostraba ser "más" que un esmerado profesional que derrochaba corazón.

La pelea despertó tanta expectativa que se batieron todo los records previos de recaudación y concurrencia de Las Vegas. Las primeras butacas del ringside acomodaban a rutilantes presencias como Sophia Loren, Nikki Lauda, Sean Connery y los ex campeones Sonny Liston, Max Schmelling, Joe Louis y Joe Frazier. Carlos Palomino y Larry Holmes acompañaban en los comentarios de la transmision televisiva. Las apuestas estaban 2-1 volcadas a favor del boricua. Sanchez 41-1 (31 ko's) y Gómez 32-0-1 (32 ko's), definirían el pleito para determinar quién era el mejor libra x libra de la época, en lo que se dió a llamar "la batalla de los pequeños gigantes". El ingreso al ring de ambos estuvo precedido de colorido, cuenta la leyenda que Gómez, quién ingresó primero al son de la música salsa tocó a la puerta del camarín de su rival para gritarle que "se tomara una fotografía, porque luego de la pelea no se podría reconocer". Sánchez, quien en ningún momento de la noche pareció perder la calma, ingresó al son de música mariachi y ni siquiera le devolvió su mirada a los últimos gestos arrogantes de Gómez mientras escuchaban las indicaciones del referee. La presentación la hizo Jimmy Lennon padre: "Quince rounds por el campeonato mundial de peso pluma del Consejo Mundial de Boxeo…"




La hecatombe se desató mucho antes de lo que todos suponían, fué Gómez en el primer round el que desató el primer cañonazo que hizo helar la piel de la gradería mexicana. Pero Sánchez asimiló bien y enseguida respondió con una salva poderosa de su mano izquierda, que mandó a Gómez a la lona. El termómetro del delirio marcaba la zona roja de la definición del pleito, pero el peleador boricua, que ambulaba sentido y errático mientras retrocedía tambaleante, guapeó a merced de la lluvia de golpes que le propinaba el mexicano, y amarrado a su propio corazón de guerrero más que a ninguna otra cuerda, sobrevivió de pié a la finalización de ese round. Alguien le gritó "No te lo acabes Salvador, no te lo acabes, hazlo sufrir, que se trague todo lo que te dijo…" y Cristóbal Rosas que estaba en su esquina le reiteró "No es justo que lo acabes ahorita, ya lo tienes, pero no te lo acabes, llévatelo unos cuantos rounds más, yo te digo, sólo sigue así y cuídate de su izquierda…”

Gómes sería vapuleado durante los siguientes 7 rounds pero se prodigaría con extrema valentía. La potencia del portorriqueño no fue contrastada con una mayor dureza de Sánchez, sino por una notable superioridad técnica y suficiencia táctica. No había forma de poder pararlo a Salvador. El mismo Wilfredo lo reconoció años después "no hubiera tenido forma de ganarle, se muy bien que nunca, de ninguna manera, habría podido derrotar al gran Salvador Sánchez…". El suplicio acabó en el octavo round. Sánchez desbordó nuevamente al boricua y concretó la faena con andanadas a los planos altos que acabaron minando la resistencia física del isleño. Cerca de desplomarse casi fuera del cuadrilátero, el árbitro Carlos Padilla decretó el final. El rostro de Gómez estaba casi irreconocible, y Sánchez se convertía en el ser más amado de México. No solo había vengado las derrotas de Casanova, Zárate, y los demás humillados compatriotas, había reconquistado la autoestima y puesto de pié a un país, que finalmente podía mirarse y reconocerse, a pesar de su poca fe y los temores previos, y a pesar del vaticinio que el Chava Sánchez había escuchado de su víctima, encerrado en su camarín antes de salir para la pelea: "con la boca no se ganan las peleas, se ganan con los guantes".

Sanchez-Gómez Gómez-Zárate
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La similitud en la venganza de Salvador

En la faz deportiva llegaría a convertirse en uno los más grandes Campeones de la categoría pluma de todos los tiempos, y pondría final a los invictos de Wilfredo Gómez, Patric Ford y Azumah Nelson. La muerte lo sorprendió demasiado antes de la edad en que suelen morir los héroes en los mitos. Tenía apenas 23 años. Se preparaba para una revancha en tres semanas con Juan Laporte. Estaba planificando un temprano retiro del boxeo, en uno o dos años, para volcarse al estudio de la medicina. Estaba ilusionado con ser doctor. Agazapado en su ferviente debilidad por la velocidad y los automóviles deportivos, Salvador encontró su final la madrugada del 12 de agosto de 1982, cuando su blanco Porsche quedó estrellado a la vera de una carretera que une Querétaro-San José Iturbide, el lugar donde estaba instalado su rancho de entrenamientos. Los funerales, transmitidos en cadena nacional por Televisa, marcan uno de los mayores hitos del dolor que ha vivido esa tierra.









Narrativa: cuentos:
Salvador Sanchez: Los puños de Santiago Tianguistenco

Enviado el lunes, 06 October a las 14:23:06 por Artnovela
El 12 de Agosto de 1982 a Santiago Tianguistenco y a México la carretera les arrebató no solo un par de puños demoledores, sino a un boxeador elegante y técnico, potencialmente destinado a ser el mejor de todos los tiempos.

Salvador Sánchez ni siquiera alcanzó la edad límite de los mitos, ese cáustico vigésimo séptimo cumpleaños. Solo 23 años, que este joven peso pluma con menos de cincuenta peleas profesionales sobre sus pómulos, ofrendo a la velocidad y a la tragedia. Hoy tal vez su memoria posea el mismo estado descuidado y ultrajado de su tumba ubicada en la versión local de hombres ilustres, tan manoseada por el toqueteo de los conceptos. Aquél 12 de agosto permanece aun tembloroso en una bruma desorganizada de imágenes de mi primera infancia. Recuerdo la mano de mi madre en un mercado con piso de cemento húmedo y con olor a carne, lleno de flores y señoras vendiendo huaraches. Un apretado y verde suéter de muñecos rojos con la capucha chorreante por el eterno chipi-chipi del pequeño poblado y los puestos llenos de gente sonriente, quizás por la sensación de que el ídolo local andaba cerca. Salvador Sánchez carecía de contrincante de su peso en el heroísmo deportivo de la región, por lo cual los santiagueños al igual que la afición boxística de todo el país y la residente en gringolandia glorificarían aquel 21 de agosto anterior cuando Sal Sánchez levantaba el brazo de toda una Nación al noquear al puertorriqueño Wilfredo Gómez que había perforado la endémicamente frágil autoestima Mexicana, con sus declaraciones pedantes amparadas en la desmedida superioridad del boricua sobre los pugilistas mexicanos. Lo voy a despedazar y a arrebatarle su trono había dicho, aquel agrandado campeón supergallo, antes de ser convertido en un bulto sanguinolento por la pulcra técnica y el gran pegue del oriundo de Santiago Tianguistenco con melena a media afro. Corrían los tiempos oscurantistas de la dictadura interminable del Chapulín Colorado y antihéroes baratos varios, y al fin nacía un defensor real del honor, poseedor de un gran carisma y aguante. El día de su muerte, mí familia y yo fuimos a conocer la pequeña ciudad aventurándonos unos kilómetros del rancho de mi tía: incoherente propiedad de descanso para citadinos y con alberca techada, ubicado en los derredores de la lluvioso y helado Capulhuac. Al salir del pequeño mercado caminamos un tramo que mi percepción adulta es incapaz de convertir a los pies de un niño. Vi mesas con clavos salientes con longaniza verde y colorada colgante y paredes empapeladas, autos estacionados y amenaza de niebla entre el persistente aroma de la lluvia. De pronto alguien dijo: Salvador Sánchez y mi madre tomó con fuerza mi brazo y corrió rumbo a un bello Porshe (lo supe tras la noticia) para observar de cerca al ocupante. Sal Sánchez con la portezuela abierta acostumbrándose a la popularidad ganada a pulso, nos regalo una amplia sonrisa, indiferente a la decepción de mi Madre, que pensaba que se trataba de Salvador Pineda, un actor de medio pelo muy famoso en aquel entonces y no tuvo empacho en manifestar su desencanto en voz alta. La anécdota fue festejada por mi padre (asiduo aficionado al boxeo) durante toda la tarde mientras los niños lanzábamos ganchos al aire, pisoteando las plantas de mi furibundo tío. Al día siguiente la radio manifestaba la pena que embargaba a su amado poblado y a nuestra nación. Se ha muerto el ídolo, se ha muerto el campeón, gemían los locutores y a mi madre y a mi nos perseguía un callado escalofrió de azoro y pertenecía aunque solo fuésemos unas mas de las muchas personas que le vieron en su ultimo día. Sensación que pude identificar con los años al visitar intempestivamente en mi mente aquel recuerdo. Ya por la noche del 12 de agosto yo corría indiferente de nuevo entre las plantas mientras un desgarrado Santiago Tianguistenco se volvía la cuna de una Leyenda.

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